«La vida es aire. Si usted no nota el aire, no notará la vida» (Peter Yang) ![]() Hace un rato me he enterado de la noticia: el pasado 7 de Marzo, a la edad de 93 años, fallecía el Padre Peter Yang: sacerdote católico, sabio taoísta, médico, fundador del primer restaurante chino de España, pionero en la enseñanza del Taichi Chuan y el Chikung en nuestro país y autor de los libros "Tai Chi: equilibrio y armonía para todas las edades", "Tai Chi Zen: manual de un fiel al Tao" y "Chi Kung Cristiano", con la colaboración de José Mª Prat. La base del método de Peter Yang es la "respiración fresquito-calorcito", que fue desarrollando y bautizó con el nombre de "respiración de los dos mil días". Otra de las principales características de Peter Yang, y uno de los mayores objetivos de su vida, fue su visión integradora entre Taoísmo y Cristianismo: «Soy la única persona que tiene una visión taoísta-cristiana. El primer denominador común entre ambos es su carácter creador: los dos son origen de todo lo que hay en el universo y en ambos se implica la libertad creadora, pues su acto creador no obedece más que a su propia norma. Esta norma es más explícita en Dios, pues es el amor el que alienta sus actos, incluso se dice que Dios es Amor, identificándose plenamente (esto no se entiende), sin embargo en cuanto al Tao, su voluntad no queda enmarcada en ninguna norma, excepto la que dicta sus acciones: la fluidez, la suavidad y la discreción.» «En los dos casos, Tao y Dios responden a una realidad única, incomparable, inabarcable, inimaginable e incomprensible para el ser humano. Estas cualidades hacen que no podamos hablar de ellos sin pecar de simplismo o de presunción. Tao y Dios no tienen sentido si no hay una creencia, si no hay una aceptación de su existencia más allá de la nuestra. El cristianismo se basa en la fe, mientras que el taoísmo se basa en el sentir. Pero sin consciencia ninguno de los dos existe.» «Jesucristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida", y ese es el punto en que Dios y Tao están más cerca. El taoísmo significa vía, camino, sendero, y Dios está al final del camino. Con la fe cristiana seguimos a Jesucristo en cada acto cotidiano, en cada servicio a los demás, ese camino es vivir de verdad, vivir la vida de forma sincera. Con el camino taoísta, nos serenamos para poder reconocerlo en cada instante de nuestra vida, sin que nada se interponga y nos distraiga. El taoísmo es lo natural y el cristianismo lo sobrenatural o divino, apenas hay diferencia entre aire y gracia, respiración y oración, energía y espíritu.» Aunque nunca llegué a conocer personalmente a Peter Yang (cosa que me hubiera encantado), lo considero todo un referente en el mundo del Taichi, me enamora su visión taoísta-cristiana y deseo que su trabajo siga dando tan buenos frutos. Podéis encontrar más información sobre él en Fundación Tai Chi Zen y Rincón de la Calma. Comparto también algunos documentos sobre esta persona y lo que ha sido su vida. Merece la pena echarles un vistazo: «Peter Yang: unidad, paz, multiplicidad» (entrevista a Peter Yang) http://www.taichichuan.com.es/articulos/todos-los-articulos-lista/935-peter-yang-unidad-paz-multiplicidad «¡Viva la Pepa!, camarada» (reportaje de TV3, en castellano, sobre Peter Yang) http://www.tv3.cat/videos/3229990/Viva-la-Pepa «Restaurante 'Gran Dragón'» (reportaje de TV3 sobre el restaurante 'Gran Dragón') http://www.tv3.cat/videos/1533429/Restaurare--1 Muchas gracias y descanse en paz.
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Hace muchos, muchísimos años, no había ni ríos ni lagos en la Tierra, solamente existía el Mar del Este, en el que vivían cuatro dragones: el Dragón Largo, el Dragón Amarillo, el Dragón Negro y el Dragón Perla. Un día, los Cuatro Dragones salieron a la superficie del mar y decidieron ir a darse una vuelta por el cielo. Allí jugaron al escondite entre las nubes esponjosas, volaron y planearon, saltaron y rieron. De repente, el Dragón Perla gritó: - ¡Venid aquí, rápido! - ¿Qué ocurre?- preguntaron los otros tres, mirando hacia dónde señalaba el Dragón Perla. Sobre la tierra, vieron a mucha gente sacando frutas y tartas y quemando varitas de incienso. ¡Estaban rezando! Una mujer joven, arrodillada en el suelo con un niño delgado sobre la espalda, imploraba: - Por favor, Dios del Cielo, envíanos lluvia rápido o no tendremos nada para comer… No había llovido desde hacía mucho tiempo. Los cultivos se marchitaban, la hierba se volvía de color amarillo y los campos se secaban bajo el sol abrasador. - ¡Pobre gente! ¡Qué pena me dan!- dijo muy triste el Dragón Amarillo. - Si no llueve pronto, no tendrán nada para comer y morirán…- dijo el Dragón Negro. Los Cuatro Dragones se quedaron muy pensativos buscando alguna solución para ayudar a la gente de la Tierra. - ¿Y si fuéramos a ver al Emperador Jade y le pidiéramos que enviara lluvia a la Tierra?- propuso el Dragón Perla. - ¡Muy buena idea!- contestó el Dragón Amarillo. - ¡Sí! ¡Seguro que él podrá ayudar a esa pobre gente!- contestó el Dragón Negro. Así que los cuatro Dragones se dispusieron a visitar al poderoso Emperador Jade, que vivía en el Palacio Celestial. El Emperador Jade era muy poderoso, ya que se encargaba de los asuntos del Cielo, de la Tierra y del Mar. Los Cuatro Dragones entraron corriendo en el Palacio Celestial. El problema que les traía era realmente urgente, pero al Emperador no le gustaron aquellas prisas, ya que estaba en un concierto de hadas. - ¿Qué estáis haciendo aquí vosotros?- les preguntó enfadado. - ¿No deberíais estar en vuestro Mar? El Dragón Largo se acercó al Emperador y le dijo: - Majestad, hemos venido a pedirle que envíe un poco de lluvia a la Tierra. Los cultivos en la Tierra se están secando por falta de lluvia y pronto las gentes no tendrán nada para comer. - Está bien- dijo el Emperador Jade. - Iros tranquilos. Mañana enviaré la lluvia.- Y siguió escuchando tranquilamente las canciones de las hadas. - ¡Muchas gracias Majestad! - contestaron felizmente los Cuatro Dragones. Pero pasaron diez días y todavía no había caído una gota de agua sobre la Tierra. La gente pasaba hambre. Comían cortezas de árbol o raíces de plantas y cuando esto se acabó, comieron incluso arcilla. Viendo esto, los Cuatro Dragones se sintieron muy mal y se dieron cuenta de que el Emperador Jade sólo se preocupaba de pasárselo bien, sin tomar en serio los problemas de la gente. Sólo podían confiar en ellos mismos para ayudar a la gente de la Tierra. Pero... ¿cómo iban a hacerlo? Mirando hacia el mar, el Dragón Negro dijo que había tenido una gran idea. - ¿Qué es? Venga, rápido, ¡cuéntanoslo! - gritaron los otros tres Dragones. - Mirad, ¿no veis que hay muchísima agua en el mar en el que vivimos? ¡Podríamos llenar nuestras bocas de agua y luego rociarla sobre la Tierra! ¡Sería como la lluvia!- explicó el Dragón Negro. - Es una idea fantástica - dijo el Dragón Amarillo. - Los campos se regarán y la gente podrá recoger las cosechas y no morirá de hambre! ¡Vamos chicos, no hay tiempo que perder! - Esperad un momento - dijo el Dragón Perla muy pensativo. - ¿Qué ocurre ahora? ¿No ves que tenemos prisa? - contestó el Dragón Largo. - ¡La gente de la Tierra está esperando la lluvia! - ¿No habéis pensado que el Emperador Jade nos castigará si se da cuenta? - A mi no me importa - contestó el Dragón Largo con determinación. - Haría lo que fuera para ayudar a esa gente. - ¡Pues a mi tampoco me importa! - contestó el Dragón Perla. El Dragón Amarillo y el Negro se miraron y dijeron a la vez: - ¡A nosotros tampoco! - Entonces, ¡manos a la obra! ¡Pase lo que pase, nunca nos arrepentiremos de esto! - exclamó el Dragón Negro. Así que volaron hacia el mar. Abrieron bien sus bocas y las llenaron de agua. Volvieron a alzar el vuelo y revolotearon por el cielo, produciendo viento. Sus alas taparon el sol y la gente miró al cielo creyendo que de verdad se avecinaba una gran tormenta. Entonces los Cuatro Dragones empezaron a pulverizar el agua sobre la Tierra. Cuando habían vaciado sus bocas, volvían a llenarlas en el mar y subían al cielo otra vez. Y así lo hicieron una vez y otra, hasta que había caído una buena lluvia sobre la Tierra. La gente salió de sus casas mirando hacia el cielo y gritando con alegría: - ¡Está lloviendo, está lloviendo! ¡Salvaremos la cosecha! El agua cayó sobre la Tierra y los campos reverdecieron. La gente cantaba para agradecer al Dios del Cielo la lluvia y los niños bailaban y saltaban sobre los charcos de agua. Cuando el Emperador Jade se dio cuenta que estaba lloviendo se puso furioso. ¡¿Cómo se habían atrevido a llevar lluvia a la Tierra sin su permiso?! Ordenó que sus soldados fueran a buscar a los Cuatro Dragones y los trajeran ante él. Estaba dispuesto a castigarlos muy duramente por haberlo desobedecido. Cuando los Dragones estuvieron en el Palacio Celestial, el Emperador Jade llamó al Dios de la Montaña y le ordenó que trajera cuatro montañas para encerrar a los Cuatro Dragones. El Dios de la Montaña trajo volando cuatro montañas y las colocó sobre los cuatro Dragones, que quedaron atrapados sin poder moverse. Aún así, los Cuatro Dragones nunca se arrepintieron de lo que habían hecho, porque habían ayudado a gente que lo necesitaba. Convencidos de querer hacer siempre buenas acciones para ayudar a los hombres, los Cuatro Dragones se convirtieron en cuatro ríos, que fluyeron a lo largo de altas montañas y profundos valles, cruzando la tierra y ofreciendo su agua a las gentes, para llegar finalmente al mar. Y de esta manera se formaron los cuatro grandes ríos de China:
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Manuel RodríguezEterno aprendiz... Archivos
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