La vida es un conjunto de casualidades, o causalidades, que van sucediendo a cada instante sin que muchas veces nos demos cuenta. Estos días de reflexión, echo la vista atrás y contemplo, agradecido, tantas decisiones tomadas, y tantos acontecimientos ocurridos en el pasado que me han traído a este momento y a este lugar. Mirando en perspectiva, todo sigue cobrando sentido. Cuando era adolescente una persona me dijo las siguientes palabras: «Manu, date a los demás, porque una vida que vive sólo para sí misma es una vida perdida». Durante muchos años malinterpreté su significado, llegando a un (casi) olvido de mí mismo, pero ha sido un motor que me ha movido a querer colaborar en el bienestar de los seres humanos. Y a eso me dedico actualmente, compartiendo un arte que, sin ser mío, ha terminado formando parte de mí. Pasé por varias carreras universitarias buscando una forma de poder dedicarme profesionalmente a la ayuda. También estudié un Ciclo Formativo de Grado Superior en Animación Sociocultural que me llevó a dedicarme durante años al mundo de la gestión cultural. Sin embargo, la vida me terminó guiando hacia el Grado en Turismo. Fue finalizando esta carrera cuando comencé la práctica del Taichi y el Qigong. En un momento de dificultades personales, y realizando las prácticas formativas, conocí a una persona cuya forma de ser y de enfrentarse a los problemas me atraía en ese momento. Esta chica practicaba yoga, así que me propuse comenzar con esta práctica para “parecerme un poco más a ella”. Sin embargo, me propuso probar antes el Taichi. En realidad ella no lo conocía demasiado, pero me explicó que tenía que ver con la regulación de la energía y tuvo la corazonada de que quizá me iría mejor. Yo lo desconocía por completo, sólo me sonaba de oídas. Sabía que una amiga de San Sebastián lo practicaba y me había contado que le iba genial, así que confié y me decidí a probarlo. Esta persona, además, me fue acompañando y aconsejando durante los primeros meses de práctica. Otra conocida, que practicaba también Taichi desde hacía tiempo, me recordó que, al ser estudiante universitario, quizá en el Servicio de Deportes de la Universidad de Valencia habría clases. Estoy inmensamente agradecido a estas tres personas, que me fueron guiando y acompañando hasta llegar al Taichi y el Qigong, y el que es mi maestro, Félix Castellanos (5ª generación de Taichi estilo Chen de Pekín). Recuerdo nítidamente, como si no hiciera tanto, la primera vez que vi a Félix caminando por el pasillo del Servicio de Deportes del campus de Tarongers. Coincidimos en clase personas con años de práctica y bastantes novatos. Los/as alumnos/as nos sentamos en círculo y nos presentamos. Félix también se presentó y comenzó a explicar que el Taichi tenía que ver con la filosofía taoísta, explicando el significado del símbolo del taijitu (yin y yang). También mostró que era un arte marcial interno de origen chino cuyos movimientos correspondían a aplicaciones de defensa o ataque. Además, seguía principios de la Medicina China. Explicó también varios de sus beneficios para la salud. Y finalmente, que era una filosofía de vida que a él le había cambiado la vida. El hecho de combinar práctica, teoría y conceptos filosóficos tradicionales me atrajo desde el principio. Recuerdo moverme el primer día de clase “caminando como un gato”, y seguir repitiendo los pasos en el pasillo de mi casa. Cada cosa nueva que íbamos aprendiendo la seguía practicando en mi tiempo libre.
Han sido años muy intensos, de mucho tiempo, dedicación, ilusión y dinero invertidos. En muchas ocasiones no es tanto el número de años de práctica, sino la constancia durante esos años. Durante mucho tiempo mi semana se resumía de la siguiente manera: aunque los primeros meses asistía a 2 clases, luego pasaron a ser 4 clases semanales de Taichi, 2 clases semanales de Qigong, y 2 clases semanales también de Kung Fu Shaolin, que practiqué durante 5 ó 6 años hasta que un par de leves lesiones me llevaron a centrarme en las artes internas. Esto sin contar con mi propia práctica personal, formal e informal, intentando llevar los principios del Taichi a la vida cotidiana. No pocas veces me han dicho «Manu, ya estás haciendo Taichi», cuando caminaba moviendo las manos, charlaba cambiando el peso, barría o fregaba realizando determinadas posturas o encendía los interruptores con el pie. También casi todos los fines de semana me podía pasar horas en los Jardines de Viveros practicando. Unos años después realicé también las formaciones de profesores de Qigong y Taichi, 4 años en total en los que teoría y práctica se combinaban durante todo un fin de semana. Félix y Anabel me ofrecieron, además, la posibilidad de dirigir un grupo de Taichi en Tantien, confiaron en mí para formar parte del grupo docente en las formaciones para profesores y, en muchas ocasiones, compartieron conmigo muchas de las propuestas de grupos y asociaciones que les solicitaban instructores. Así fue como llegué, por ejemplo, a la Asociación de Jubilados del Colegio de Enfermería, el Ayuntamiento de Moncada o la Universidad de Valencia, grupos en los que sigo dando clases semanales y a los que estos días recuerdo también de un modo especial. También dirigí durante muchos años clases en los Jardines de Viveros y los Jardines del Río Turia. Y cada vez que ha venido el Dr. Wang Xiaojun (4ª generación), maestro de Félix, he asistido a (casi) todos sus cursos, he podido realizar prácticas más privadas junto al resto de profesores/as de la escuela y de él he aprendido mucho más que Taichi y Qigong: lo considero un ejemplo de vida y, en muchos aspectos, también me sigue inspirando a seguir creciendo como practicante y como persona.
Desde que comencé con la práctica del Taichi y el Qigong no he parado. Durante años he seguido practicando, estudiando y profundizando en sus diferentes aspectos: salud, marcial, meditativo, filosófico, espiritual, ..., así como en todo aquello que pudiese nutrirme y complementar estas técnicas. Además de formarme como instructor, realicé las formaciones de Quiromasaje I y II, muchos cursos de Anatomía para el Movimiento con José Luis Marín, talleres de Bioenergética, clases de Yoga durante un tiempo, cursos sobre Neurociencia Corporal y otras prácticas cuerpo-mente, por citar algunos. Sabiendo que el Taichi y el Qigong forman parte de la Medicina China, también me decidí a realizar un graduado en Acupuntura y Medicina China en la Escuela Europea de Acupuntura y MTC, que dirige la reconocida maestra Li Ping, viajando a Barcelona durante 4 años. También he practicado intensamente otras artes marciales, como Kung Fu Shaolin con Johan Duquet durante 5-6 años, y Iaido (arte marcial japonés relacionado con el desenvainado de la katana) con el maestro Juan Manuel Tormo. Importante mencionar también que durante estos años inicié un proceso psicoterapéutico que me ayudó a indagar mucho más y mejor en mí mismo y cómo me relaciono con el mundo. Por otra parte, y aunque practico desde hace años la meditación sedente, me interesa especialmente el Zen (principalmente la línea del maestro Thich Nhat Hanh), con una evidente influencia taoísta. Y cursé el máster en Mindfulness de la Universidad de Zaragoza, dirigido por el Dr. Javier García Campayo, y que me ha abierto aún más la comprensión de muchas de las prácticas que llevo realizando años y me ha permitido acercar las prácticas contemplativas a muchas más personas. También actualmente me encuentro desarrollando una formación, quizá la mayor y más profunda de todas: la paternidad. Foto de familia. Ceremonia baishi (Valencia, 2024) Han sido años muy intensos. Durante este tiempo, son muchas las personas que me han apoyado y acompañado: muchos/as compañeros/as de práctica, así como alumnos/as, de quienes sigo aprendiendo cada día y me motivan a seguir profundizando y transmitiendo este arte. También mis hermanos/as de linaje (Rocío, Anabel y Dídac), así como Olga y Aarón, especial compañero de práctica durante muchos años. Un agradecimiento a todos/as los/as maestros/as con los que me he formado o me han acompañado en mi crecimiento como persona porque, aunque no estuviesen relacionados directamente con el Taichi y el Qigong, sus enseñanzas han dejado un poso profundo y forman parte de mí. Un recuerdo especial a mis padres y mi hermano, quienes me apoyaron desde el principio de la práctica y, viendo el bien que me hacía, siempre me han animado a seguir con ella. También a todas aquellas personas que me han dañado, han querido desanimarme, no han respetado mi camino de vida o han intentado apartarme de él, porque de ellas también he aprendido mucho. Y especialmente a Estela, mi compañera de vida, mi confidente, quien me conoce mejor que nadie, valora mi lado más luminoso y me quiere a pesar del más oscuro. En todo momento me ha acompañado, ha permitido que podamos crecer y nos nutramos juntos. Es un regalo que tu pareja sea el mayor apoyo en tantos ámbitos de la vida. Y, sin duda, a mi hija, Luna, mi gran maestra, quien me invita cada día a ser humilde, amable, cariñoso, espontáneo, compasivo…, a conocerme más y a reconectar con mi niño interior.
En la ceremonia Bai Shi pasé a formar parte de la 6ª generación de Taichi de la línea Chen de Pekín (Beijing Chen Shi Taiji Quan, 北京陈式太极拳). Puedes leer más sobre la historia de este linaje en el siguiente enlace. La celebración tuvo lugar en la actual sede de Escuela Tantien. Estuve acompañado por muchas personas queridas y, por supuesto, mi maestro y mis hermanos/as de generación: Anabel Esteve, Dídac Aparici y Rocío Iznardo (que recibió la transmisión anteriormente), y con la presencia del Dr. Wang como maestro de ceremonias. Fue una celebración bonita y emotiva, en la que se recordó la historia del linaje y a los ancestros que han transmitido el arte, se compartieron unas palabras sobre la historia y experiencia personal de cada persona con el Taichi y el Qigong, se realizó un ofrecimiento de té de los tres nuevos discípulos (tudi) al maestro (shifu), la entrega del certificado de linaje e intercambio de regalos, entre otros rituales. En la ceremonia baishi del pasado 1 de febrero 2024 recibimos la transmisión del linaje Anabel Esteve, Dídac Aparici y Manuel Rodríguez. Fotografía: tazas de té ofrecidas al maestro. Siento que un/a maestro/a no es una persona que quiere hacer una copia de sí misma, sino alguien que motiva e inspira a sus alumnos/as a practicar y ser mejores personas. Como decía el poeta Robert Frost, «un maestro es un 'despertador'». Y eso ha sido Félix Castellanos estos años: alguien que me ha ido despertando y motivando, y de quién aprendo, desde 2010, con ilusión, compromiso y dedicación, unas artes ancestrales transmitidas durante generaciones y una verdadera filosofía de vida. De él destaco su sed de conocimiento, su pasión por transmitir lo que aprende y su técnica refinada. Sus movimientos al practicar transmiten energía. Veo en él también a una persona resiliente, con una gran capacidad para superar los momentos complicados. Es también una persona amable y generosa, dispuesta a compartir todo cuanto aprende a sus alumnos/as. También quiero resaltar su sentido del humor, un rasgo presente en los grandes maestros. Y, por supuesto, su humanidad. Destaco esto último, porque todos somos seres humanos, y no esconderse bajo una falsa apariencia, mostrarse vulnerable, eso es ser también un maestro. A lo largo de los años he podido experimentar en mi propia vida los beneficios de estas artes tradicionales en el cuerpo, la mente y el espíritu, así como conocer la historia de los maestros del linaje al que ahora pertenezco. Un arte que está vivo y en constante evolución. Con profundo respeto y humildad, y sabiéndome un eterno aprendiz, es para mí un honor ser un eslabón más en esta cadena de conocimientos. Y es grande el deseo de seguir profundizando, transmitiendo y desarrollando este arte, filosofía, práctica meditativa, arte marcial, medicina, forma de vida y camino espiritual, para beneficio propio, de quienes me rodean y de la humanidad. Manuel Rodríguez Salvador,
Valencia, 3 de febrero de 2024
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