Esta mañana, tras levantarme, me ha sorprendido que el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, haya escrito en El País el siguiente artículo: Elogio del Qigong. Tras leerlo tengo sentimientos encontrados; no me terminan de gustar algunas de las cosas que dice... Cada uno que juzgue... En primer lugar, me da la sensación de que Vargas Llosa se queda con una parte muy física del Chikung, descartando todas las demás y dejando entrever que es, simplemente, un tipo de gimnasia que a él le gusta y le viene bien. Que diga cosas como «no lo he estudiado y, la verdad, no tengo mucho interés en averiguar su tradición y su filosofía pues me temo que, si me aventuro a rastrear ese aspecto teórico del qi gong, me encontraré con una de esas mucilaginosas retóricas bobaliconas y seudorreligiosas con que suelen autodignificarse las artes marciales» me dan que pensar... El aspecto histórico y filosófico (y religioso, si se diese el caso) en la práctica de cualquier disciplina es fundamental. Curiosamente el señor Vargas Llosa luego se contradirá en cierto modo, pues hará una afirmación bastante cercana a la parte filosófica del Chikung... En segundo lugar, parece como si quisiera ensalzar el Chikung con respecto al Taichi, dejando en mal lugar al segundo y demostrando, de paso, una ignorancia absoluta sobre ambas técnicas. Frases como «(el Chikung) es una práctica china milenaria, que en algún momento remoto se independizó del tronco común del Taichi» o «las artes marciales no son inocentes: quieren aprovechar lo que hay de primitivo y bestial en el ser humano para convertirlo en una máquina de matar, (...) El Chikung, en cambio, quiere liberarlo de esa agresividad congénita y hacerlo descubrir que la vida podría ser mejor si, a la vez que descargamos la ferocidad que nos habita, cada una de nuestras acciones es realizada con la delicadeza y la calma con que ejecutamos los movimientos que conforman su práctica» me demuestran que, aunque en su campo es, por supuesto, un genio..., en este no tiene ni idea... Sus palabras ponen de manifiesto algunos prejuicios demasiado alejados del verdadero espíritu de las artes marciales y el Chikung. Pese a mis críticas en estos aspectos, he de decir me gusta que lo recomiende y me encanta que lo practique, aunque también se confunda afirmando que «una sesión completa de Chikung no dura más de media hora». Y estoy totalmente de acuerdo en que «si los miles de millones de bípedos de este planeta dedicaran cada mañana media hora a hacer Chikung habría acaso menos guerras, miseria y sufrimientos y colectividades». Sin embargo debo añadir que, aunque no esté de acuerdo el señor Vargas Llosa, todos los beneficios de los que habla se consiguen, también, practicando Taichi. Finalizo diciendo que, por supuesto, lo que más me gusta del artículo es el hecho de que, desde un medio como es El País, se haga buena publicidad del Chikung. Hay que agradecerlo: a quienes somos instructores de Taichi y Chikung y nos dedicamos a este mundillo... nos viene muy bien. Manuel Rodríguez Salvador
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