«Los sabios perfectos de la antigüedad
eran tan sutiles, agudos y profundos que no podían ser conocidos. No conociéndolos, apenas sabemos describir su apariencia: eran tardos, como quien cruza un río en invierno; prudentes, como quien no quiere ofender a sus vecinos; discretos, como un invitado; pasajeros, como el hielo que se funde; sencillos, como un tronco de madera; disponibles, como un amplio valle; y opacos, como el agua turbia. ¿Quién puede, como ellos, a través de la quietud, aclarar lentamente lo turbulento? ¿Quién puede, como ellos, en el movimiento, permanecer en la calma hasta el momento de actuar? Quien sigue este Tao no anhela la abundancia. Por no estar colmado puede ser humilde, eludir lo vulgar y alcanzar la plenitud.» (Tao Te Ching, cap. XV)
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Manuel RodríguezEterno aprendiz... Archivos
Septiembre 2023
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