¡Cuán maravilloso es el Taichi Chuan, cuyos movimientos siguen las leyes de la naturaleza! Continuo como una pulsera de jade, cada movimiento expresa el símbolo del Taichi. El cuerpo entero se llena de un continuo Qì, no hay desequilibrio entre lo superior y lo inferior. Apoya los pies con pasos de gato, moviendo el Qì como se enrolla la seda. En el movimiento, todo se mueve; en la quietud, todo está en calma. Arriba, el vértice de la cabeza está suspendido, y abajo el Qì se hunde en el Dantian. Relaja los hombros y baja los codos; estira la espalda y relaja el pecho. Cuando el weilu (sacro) está vertical de forma natural, el cuerpo se siente relajado y el Qì vivo. Utiliza la mente y no la fuerza, girando el cuerpo sobre la cintura. Todo sube desde la raíz, en los pies, mientras piernas y cintura se alinean perfectamente. La energía asciende por columna vertebral, y llega hasta los brazos y la punta de los dedos, porque, donde quiera que el Qì vaya, se manifiesta en el cuerpo. Todo esto depende de la mente, y nada tiene que ver con la fuerza bruta. Cuando lo lleno y lo vacío se distinguen claramente, lo duro y lo suave se adaptan a los cambios. Ying y Yang deben complementarse mutuamente, cuando al movernos de un lado a otro, giramos y cambiamos de postura. El Qì se despierta al variar la relación entre energías, y el espíritu permanece adentro. El movimiento surge de la quietud, pero incluso en el movimiento hay quietud. El espíritu dirige al Qì en su movimiento, y la palma y la muñeca están conectadas a la cintura. Nuestros pasos se adaptan a los cambios de situación, y las manos y los ojos se acomodan a las condiciones. Rapidez o lentitud siguen los movimientos del oponente; con el peso a un lado, nuestros movimientos no se retrasarán. Sin perder el contacto o sin dejar de agarrar, cada postura debe anticiparse al adversario. Después de atraer al oponente y neutralizar su energía, emitimos energía como un pozo burbujeante. Dejemos que el más fuerte agresor nos ataque, mientras cien gramos desvían mil kilos. Clásicos perdidos del Taichi
de finales de la dinastía Ching
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Manuel RodríguezEterno aprendiz... Archivos
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